martes, 27 de julio de 2010

Algo más de Santa Martha (Señora del hogar)

Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba en Tarascón, Provenza, y devastaba el territorio por doquier. Se describe como una especie de dragón con seis cortas patas parecidas a las de un oso, un torso similar al de un buey con un caparazón de tortuga a su espalda y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión. Su cabeza era descrita como la de un león con orejas de caballo y una desagradable expresión.
El Rey de Tarascón había atacado sin éxito a La Tarasca con todas sus filas y su arsenal, pero Santa Marta encantó a la bestia con sus plegarias, y volvió a la ciudad con la bestia así domada. Los habitantes aterrorizados atacaron a la criatura al caer la noche, que murió allí mismo sin ofrecer resistencia. Entonces Santa Martha predicó un sermón a la gente y convirtió a muchos de ellos al cristianismo.





Imagen de Santa Martha que se encuentra en Sevilla





Con un año de antelación le comunicó Je­sús a Marta la fecha en que había de morir. Todo aquel año estuvo aquejada de fiebres.
Unos días antes de su muerte, les dijo a los asistentes que partiría muy pronto y les pidió que mantuvieran encendidas las lámparas que ardían en la habitación hasta el momento final.
Hacia la media noche, anterior al día de su muerte, se desató un vendaval que apagó todas las lámparas. En aquel instante la habitación se llenó de demonios. Marta comenzó a orar: “Mi querido huésped, Jesucristo, no te alejes de mi, protégeme y defiéndeme de estos demonios”.
Nada más decir esto, cuando vio a su her­mana ya muerta María, quien con una antorcha encendida volvía a iluminar la ha­bitación. Y a continuación apareció Cristo que le dijo: “Ven querida hospedera, ven conmigo. En adelante estarás ya siempre a mi lado. Tú me dis­te alojamiento en tu casa, yo te daré alojamiento en el cielo. Y por el amor que te tengo atenderé, a cuantos recurran a Mí, pidiendo algo en tu nom­bre”.
Momentos antes de morir pidió que la saca­ran donde pudiera ver el cielo, que la tendieran sobre la tierra y pusieran al lado suyo el crucifijo y rezó: “Señor, acoge a esta mujer que tuvo la di­cha de darte alojamiento en su casa”. Y mientras los concurrentes, a pedido suyo, leían las ense­ñanzas de Jesús, entregó su alma.
En el sepulcro de Santa Marta comenzaron a obrarse milagros constantes. Se cuenta que Clodoveo, rey de los francos, convertido al cris­tianismo, enfermó gravemente de los riñones y padeció fuertes dolores. Acudió en peregrinación a visitar la tumba de la santa y cuando llegó a ella quedó milagrosamente sanado.

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