viernes, 16 de marzo de 2012

Tema 3 El hombre creado a imagen y semejanza de Dios (Programa ad experimentum de Confirmación 2012)




1. El hombre imagen y semejanza de Dios
Como se ha leído en el libro del Génesis el hombre, el ser humano ha sido creado a “imagen y semejanza” suya. ¿Qué significa que cada uno de nosotros, seres humanos, somos imagen y semejanza de Dios?
En primer lugar el ser humano tiene cuerpo (material) y alma (espiritual). En este sentido, somos una síntesis entre el cielo (Dios) y la tierra. Es decir somos un compuesto de materia y espíritu. En nuestro cuerpo nos asemejamos a las cosas terrenas, en el espíritu nos asemejamos a Dios, que es espíritu puro, sin materia.
El hombre creado a semejanza de Dios es esa realidad doble en la que ha querido hacerlo. Y sobre todo, después de la Encarnación de Jesús en un cuerpo como el nuestro, nuestra corporeidad (cuerpo) ha quedado santificada, en cierta manera tocada por el mismo Dios.
Desde esta perspectiva tanto el cuerpo como el alma son imagen y semejanza que tenemos con Dios. Aquí es de recordar que Jesucristo (Hijo de Dios) ha subido al cielo, está sentado a la derecha del Padre con una humanidad resucitada que es la nuestra. Por tanto todo lo corpóreo es igualmente sagrado como la misma alma.
Pero es verdad que es en lo espiritual (el alma) dónde residen las facultades que nos diferencian con los demás seres animados creados también por Dios. Por el alma tenemos capacidad de razonar, pensar, querer, amar, etc. Entonces es allí dónde brilla de una manera especial la imagen y la semejanza con nuestro Creador. Por el alma somos seres inteligentes, libres, dotados de voluntad para buscar el bien.
A partir de aquí hay que pensar lo sagrado y delicado que es nuestro cuerpo, por eso debe ser respetado, cuidado, y tenido en alto valor, todo lo que baya contra el cuerpo humano es contrario a la creación.

2. ¿Quién es el hombre? ¿que significa ser libre, inteligente, racional?
El hombre es la cumbre de la creación de Dios. Es lo más elevado que el Señor ha creado en el universo. A ninguna otra creatura la dotó de alma espiritual, que al igual que Él mismo lo hace un ser libre.
La libertad es la capacidad que tiene el ser humano para poder elegir, para poder decidir, de tal modo que entre muchas cosas la persona humana de forma inteligente y voluntaria opta en diversas circunstancias de hacer o no hacer tales o cuales cosas.
Hay decisiones libres que no son tan importantes: por ejemplo en la tarde del domingo puedo ir a pasear, ver un película, o ir a la cancha. Pero cuando debemos elegir cosas más serias, por ejemplo decir la verdad y no mentir, estamos frente a una alternativa que es ética o moral. El hombre puede elegir entre la verdad y la mentira, entre el bien o el mal. Aunque en el plan de Dios, cuando nos hizo libres nos dio la libertad únicamente para obrar las cosas buenas y justas.
Cuando nos acostumbramos a mentir, a robar, a criticar, a hacer maldades, en realidad aunque hemos optado libremente, sin embargo somos esclavos, porque el mal o el pecado siempre esclavizan y produce rupturas con Dios primero, con nosotros mismos y con los demás.
Somos seres racionales y esto es ante todo que somos inteligentes, y libres, podemos servirnos de la naturaleza para usarla pero no para abusar de ella, por eso cada vez más cobramos conciencia del valor que tiene la ecología, buscando respetar la naturaleza.



3. ¿A qué ha sido llamado por Dios?
Si el hombre fue creado racional y libre, ¿para qué fue creado entonces? ¿Qué quiso Dios cuando lo hizo así?
Dios cuando nos creó lo hizo por amor, por exceso de bondad y misericordia. No merecíamos se creados pero Dios lo hizo porque ha querido compartir su existencia con nosotros. No lo ha hecho por necesidad. Dios no tiene ninguna necesidad, notros sí.
Nos dotó de inteligencia porque quiere algo de nosotros, tenemos que cumplir una misión o una tarea. No por nada nos ha hecho a su imagen. Esta misión consiste en alabarlo y darle gloria. De tal manera que viviendo en nuestras cosas, haciendo nuestras vidas, debemos saber que las hacemos por Él, con Él, y en Él.
Nuestra vocación primera es la vida. Dios nos ha dado la vida, pero por el bautismo hemos recibido la gracias de ser Hijos de Dios. Y ahí está la gran tarea, ser hijos de Dios, buenos hijos de Dios, que respondamos a su bondad reconociéndolo y llevándolo a todo el mundo, esta es una obligación grave de todo bautizado, y fundamentalmente de todo confirmado. Porque la Confirmación nos da la edad de la adultez de la fe, es decir con los dones del Espíritu Santo, debemos ser soldados de Cristo, defensores de su Evangelio y de su verdad.



4. Destino eterno del ser humano
Hay que pensar un poco. Si Dios nos ha hecho como lo más grande de la creación, imagen y semejanza suya, no puede querer que un día desaparezcamos y volvamos a la nada. Más todavía, cuando envió a su Hijo: Jesucristo para salvarnos de la muerte y del pecado en la Pascua, Dios ha dado la prueba más grande amor que se puede dar, entregar a su único Hijo. Por tanto si hemos sido amados así, y lo seguimos siendo, Dios no puede querer nuestra destrucción.
Por ello para nosotros cristianos la muerte es sólo un paso a la Vida Nueva de la Eternidad. Decimos que cuando morimos vamos a cielo, que es lo mismo que decir vamos con Dios trinitario, porque se ha cumplido el tiempo de nuestra misión.
El destino final del ser humano es su Creador, es decir, volver al principio, a Dios. Esta es la vocación eterna del bautizado sobre todo.
Por eso debemos vivir bien, en gracia, en comunión con Dios y con los hermanos, para que el camino de tierra sea cumplir la misión y llegar al final a destino eterno.
Un vaso cumple su función siendo un vaso. El hombre cumplirá su función siendo Hijo de Dios, y llegando a su destino universal y total: Dios, esto es estar para siempre con Él, en el único lugar (explicar que es una dimensión) en dónde no hay dolor, sufrimiento, enfermedad, sino comunión plena con el Señor y con los hermanos que estén en Él.



5. El obrar según la virtud
Para hacer la voluntad de Dios, que debiera ser nuestra voluntad, es necesario ser virtuosos. La virtud es una cualidad que tenemos las personas, pero que tenemos que ejercitar para que se nos haga relativamente fácil ser por ejemplo honestos, buenos, generosos, comprensivos, educados.
La virtud se define como el “hábito operativo (de acción) bueno”, es decir tantas veces hacemos una cosa buena, que se hace una costumbre que nos inclina fácilmente a obrar de esa manera. Ejemplo: Cuando notamos que somos mentirosos, hacemos miles de veces el esfuerzo de no mentir, sino de decir la verdad, llega un momento que la persona adquiere esa tendencia de decir siempre lo que es, y evitar la mentira.
Lo contrario es el vicio, un “hábito operativo malo”, de tanto mentir, nos hacemos mentirosos, y es difícil cambiar cuando se ha instalado este hábito.
Por ellos obrar en virtud significa obrar siempre para el bien, estar inclinados siempre a ser buenas personas (generosas, honestas, educadas, trabajadoras, veraces, etc.)



6. Obrar en el mal es siempre pecado (vicio)
Cuando obramos para una cosa mala (robar, mentir, pegar a los demás, desobedecer a quienes tenemos que obedecer, no estudiar, etc.) nos acostumbramos a vivir así. Viviendo de esa forma estamos en pecado. Simplemente porque no hacemos el bien, que es la voluntad de Dios.
El pecado siempre es una obra hecha contra el querer de Dios, y por eso siempre es una obra mala ( o sea un vicio).
Obra el mal el que deliberadamente (libre) hace algo que sabe que está mal. Si no sabe que eso que hace está mal no es pecado, y ya vamos a ver porqué.



7. El pecado: obrar mal, contra la voluntad de Dios
Cuando obramos el mal estamos haciendo algo que no es querido por Dios, y perdemos la amistad con Dios, por eso decimos: no estamos en estado de gracia, y no se puede comulgar el cuerpo de Cristo (la Comunión), debemos confesarnos primero.
¿Cómo sabemos cuando estamos en pecado? Porque cuando hacemos el examen de conciencia nos damos cuenta que hemos hecho cosas que no son el bien, que hemos contradicho la voluntad de Dios que es el bien. Por tanto, debemos tener en cuenta para que haya verdaderamente pecado en los siguientes elementos:
a- Materia de pecado
b- Se haya hecho con libertad
c- Se haya hecho con conocimiento de que esa acción era mala
Materia de pecado es la especie de mal que hice, una cosa es mentir, otra robar, otra decir malas palabras, otra criticar, otra difamar, otra burlarse. Por ejemplo no es materia de pecado pisarle la pata a la mascota sin querer.
Además de materia de pecado, debe haberse hecho con libertad, es decir queriendo hacerlo, a veces hacemos algo sin querer, por accidente: cuando le pego al fútbol para llevarlo al arco contrario y le pego a un defensor del otro equipo, no lo hice queriendo, no es pecado.
Pero falta todavía otra cosa, el pecado tiene que ser con conocimiento de que tal acción es pecaminosa. Si alguien que no sabe que los domingos debe ir a Misa, y no va, ignora que debe hacerlo, entonces no hay pecado. Pero si se sabe que el domingo debe asistirse a la santa Misa, y no se va, se conoce la obligación, entonces estamos en pecado.



8. Pecado venial y pecado mortal
No todo pecado que uno comete es de la misma gravedad. Hay algunos que son graves y se llaman mortales. Estos pecados graves se denominan así porque rompen nuestra comunión total con Dios, son de una entidad tal, que hemos ofendido a Dios gravemente, por ello necesitamos confesarnos cuanto antes, ejemplo cuando decimos algo hiriente a alguien y lo hemos ofendido gravemente, cuando insultamos a Dios, o a los santos.
Los pecados pueden ser veniales o leves, porque nos se ha cortado la relación con el Señor, es decir que son cosas pequeñas, ejemplo: cuando estamos enojados y damos un portazo en casa, o cuando enojados no saludamos a la mañana a papá o mamá.
Siempre que hay pecado nos debemos confesar con el sacerdote de la parroquia, o el que encontremos en dónde sea. De otra manera permanecemos en pecado, y no podemos comulgar, si ir a Misa, pero no acercarnos a la Comunión.



9. El Sacramento de la Reconciliación
Toda vez que nos demos cuenta que tenemos pecados debemos confesarnos. Jesús dejó el sacramento de la Confesión, o también llamado de la Reconciliación, para poder recuperar el estado de gracia santificante. Es decir que reconociendo que hemos pecado en tal y tal cosa, el sacerdote nos absuelva, en realidad el que perdona es Dios por medio de él, podamos entrar en gracia.
Debemos primero hacer un buen examen de conciencia para darnos cuenta: - que pecados tengo, – cuantas veces lo he cometido, - si estoy arrepentido, y si deseo el perdón de Dios.
Dios perdona siempre, pero siempre que estemos arrepentidos, sin arrepentimiento no podemos obtener el perdón de nadie. Si un amigo te pega, y después te pide perdón, pero te dice ¡No me arrepiento sin embargo de haberte trompeado! Difícilmente le perdonemos, no está arrepentido, ¿para qué me pide perdón? Lo mismo pasa con el Señor, nos perdona de todo, aún de lo más grave, porque es eternamente misericordioso, pero debemos estar arrepentidos de corazón (contricción de alma).
Las partes del sacramento de la Reconciliación son las siguientes:
1. Presentarme a un sacerdote y pedirle me confiese
2. Después de persignarme le digo mis pecados en número y especie
3. El sacerdote me aconsejará, y me dará la penitencia a cumplir
4. Me pedirá que rece el Pésame
5. Finalmente dirá una oración que es la absolución sacramental haciendo la cruz sobre mí
Después de esto tengo que cumplir la penitencia que se me impuso.

10. Vida Eterna o Condenación
Cuando nos confesamos se nos perdonan todos los pecados que hemos confesado, si nos olvidamos de alguno queda perdonado. Pero si, voluntariamente no dije alguno, ese no ha quedado perdonado, y he cometido otro pecado que es sacrilegio porque he mentido a Dios por medio del sacerdote.
El sacerdote nunca me va a retar, en todo caso me va a orientar a vivir mejor. Nunca se debe tener miedo de confesarse, miedo debemos tener de pecar porque ofendemos a Dios.
El perdón de la Reconciliación es perdón de Dios a lo que se llama “pena eterna”, es decir que me libra de la condenación al infierno, pero queda algo que se llama “pena temporal”, es decir eso no se borra, porque cuando pequé ofendí a Dios, y eso siempre queda aún confesándome. Esa pena la tengo que expiar en este mundo, o en el purgatorio.
Para que una persona quede libre la pena eterna y la pena temporal puede acceder a la gracia de las indulgencias. Es decir en algunas oportunidades la iglesia ofrece a los fieles cumplir ciertas obras de piedad, que con la confesión y unas oraciones el pecador queda libre de toda culpa, es decir como recién bautizado. Estas obras pueden ser participar en la novena patronal, el domingo de pascua yendo a misa y comulgando, el rezo del Santo Rosario en ciertas circunstancias, la visita al cementerio los días 1 y 2 de noviembre, etc. Se suele decir “ganar indulgencia plenaria”, con la cual quedan perdonadas la penas temporales por nuestros pecados confesados, pero que no ha sido borrada dicha pena.
Debiéramos cuidar mucho estar siempre en gracia, porque no sabemos cuando moriremos, y si no lo estamos seguro tendremos que purgar nuestras faltas en el purgatorio, si morimos sin pecado mortal, porque cuando la muerte nos atrapa en pecado mortal la pena es ir directamente al infierno.
El infierno no es un lugar. Es un estado del alma, que alejada de Dios y los seres queridos que están salvados junto a Dios sufrirá por toda la eternidad.

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