jueves, 20 de enero de 2011

La verdad no tiene remedio...



La verdad siempre es una, buena y bella.
A nadie, salvo alguna enfermedad psíquica, le gusta vivir en la mentira.


La verdad es siempre inalterable en el tiempo.


La verdad no nos gusta a veces, y por eso el gran esfuerzo post moderno ha sido y es: si no tolero la verdad en sí, debo buscar el atajo para crear una, ficiticia ciertamente, pero que me da la alternativa de quedar tranquilo y excusarme. En esto tiene que ver con aquello de "si no vivimos como pensamos (lo que simpone a la recta ratio), terminaremos pensando como vivimos". Es el tema de la pseudo verdad creada a conveniencia, ni más ni menos que producto del subjetivismo y relativismo en que estamos inmersos.


Los tres primeros mandamientos están en la primera tabla, ya en catecismo con mi catequista allá por los 70, aprendí que esos tres, eran mucho más relevantes que los otro siete, en la segunda tabla. El tema era simple, los tres primeros tienen por objeto a Dios, a quien se debe amar sobre todas las cosas, incluso morir por él. Los otros se refieren al prójimo, al que se debe amar, no como a Dios, sino como a uno mismo, tal como lo manda el mismo Señor en los Evangelios.


Yo lo entendí, todos los entendimos.


La verdad es que, Dios está sobre todo, y cualquier pecado contra él directamente es grave y mortal. Así de simple. Después entendí que eran los pecados llamados contra la fe, la esperanza y la caridad, que en primer término se refieren a Dios, luego a los demás.


Toda acción mala hecha a un hermano es mala,, y según lo que fuere puede ser mortal (puesto que el objeto del pecado determina su maldad y gravedad). Ofende al hermano, porque ofende a su creador, Dios. Pero está en el orden que corresponde, en la segunda tabla. No porque se diga que es menos importante, no porque no deba condenarse, no porque el ser humano no valga, sino porque es creatura, Dios no lo es, está en otro plano, en otro orden. El hombre es creatura. El Creador es el Creador.


Pero el post modernismo sacando a Dios en práctica y en la teoría, ha logrado colocar al hombre como centro: antropocentrismo que le ha llevado a endiosarse de tal modo que, decir que matar un niño en el seno materno no está mal. Pero sí altamente grave cualquier otra violación a la vida de algunos seres huamanos, porque digamos la verdad, que no es lo mismo el valor de la vida de un americano que de un paquistaní, o de un africano, apesar de la alaraca que se hace de algunos derechos humanos, que no son para nada igualitarios en general, ni tampoco todos.


Todo esto para decir que, cuando después de haber amonestado al grupo que ironizaba sobre la ley celibataria de los sacerdotes, directamente referida a Dios, hecho acontecido por el cura de Malargüe (San Rafael, Mendoza, Argentina), el mismo ministro atendiendo a preguntas que le hacían dijo, y con toda verdad que la gravedad de los pecados se mide por el sujeto ofendido. Esto es duro. Pero es verdad.


La gavilla modernosa horrorizada, porque se ponía en balanza la ofensa hecha a Dios, y la violación de un padre a su hija, entró en rechinar de dientes.


Es entendible, este tiempo, no puede comprender que hay órdenes diversos: los del cielo, y los de la tierra, o para no herir alguna sensibloide inteliegencia, los temporales de los trascendentes, y que eso no significa que se desprecie uno por otro. Sino que deben ser atendidos y valorados en "in ordine suo". Puesto que si no hay Dios, sólo la bejación al hombre es espantosa, y punible, pero aclaro, según de quien se trate, en esto tengo claro que en teoría se sostiene una cosa pero a la hora de los hechos se hace otra.


Cuando Jesús tiene aquella fuerte frase: "Si no me aman más a mí, que a vuestros padres, hijos, hermanas y hermanos, no son dignos de mí", está diciendo esto. No se trata de despreciar, ni de relegar las obligaciones graves a veces con nuestros seres queridos, con los hermanos, sino que el amor que se refiere a Él debe ser superior. Yo diría amar con todo el corazón a los hermanos, pero más, mucho más a Dios, y esto sin exclusiones innecesarias. No son opuestos.


¿Debió decirlo el Padre Gómez? ¿Fue prundente ante tanta sensibilidad farisaica?


Depende.
¿Y de que depende?

Depende de si hay convicción suficiente y amor a la verdad dónde quiera que sea, y por ella llegar a ser objeto de menosprecio, incluso de los suyos, o si no se tiene la suficiente firmeza interior de las cosas básicas de la verdad de Dios, del hombre y del mundo, y prefiere un sacerdocio mediocre y aparente.
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