sábado, 5 de noviembre de 2011

Testamento espiritual del obispo emérito de Morón Justo Laguna



Morón, 17 de octubre, San Ignacio de Antioquía, de 1987



En pleno uso de razón y ante Dios Nuestro Señor, en cuya misericordia me abandono, hago este testamento espiritual.
Los años de mi episcopado moronense me han hecho querer y admirar la obra de mi predecesory primer Obispo de Morón, Mons. Miguel Raspanti.
Difícil era continuar su obra y en ese empeño he puesto mis fuerzas, pequeñas para tan ardua tarea.
Agradezco a Dios de todo corazón, tantas gracias: El Bautismo, la Eucaristía, el Sacerdocio y luego su plenitud, el Episcopado.
Agradezco a la Iglesia “Ella es más alta que los cielos y más dilatada que la tierra. Su juventud es eterna. La Iglesia no envejece. No te separes nunca de la Iglesia, ningún poder tiene su fuerza. La Iglesia es mi esperanza, ella es mi salud, ella es mi refugio”.
Repitiendo las palabras de un Padre de la Iglesia reitero mi amor a ella hasta mi último aliento.
Agradezco a mis hermanos Obispos, especialmente aquellos con los que colaboré, Mons. Aguirre en primer término, quien fue padre y maestro.
A quien fuera para mí Obispo Auxiliar, Mons. Carlos Galán, amigo fiel y celoso colaborador, hoy Arzobispo de La Plata.
A Mons. Jorge Casaretto, mi amigo del alma, a quien tanto debo y que siempre fue para mí, hermano, modelo sacerdotal y sin duda el hombre más fiel que he conocido. A él nombro albacea junto con Santiago Olivera.
Agradezco a todo el clero de San Isidro, San Nicolás y sobre todo, al de Morón, por su celo apostólico, su pobreza y su consagración sincera al servicio de Dios y de los hombres.
A los Seminaristas lo mejor de mi corazón de pastor.
Párrafo aparte, merecen los sacerdotes que han compartido mi casa y han sufrido y gozado con mis cruces y alegrías: José María Recondo, hijo dilecto; Santiago Olivera, servicial, entregado y modelo sacerdotal.
A los laicos todos, mi agradecimiento por sus esfuerzos apostólicos y sus trabajos en pro de la unidad.
A los religiosos y religiosas, por su ejemplo de entrega humilde y evangélica a los que tienen menos.
Luego de agradecer muy de veras, pido perdón por tantos pecados e infidelidades a la Gracia, por mi mal carácter, por no haber sido ejemplo de vida y por tantas cosas que harían muy largas estas líneas. Recuerdo con el Concilio de Cartago y hago mías “que el hombre de suyo es sólo mentira y pecado”.
Pido a todos una oración por mi alma.
Quiera el Dios de las misericordias y su Madre Santísima en su título de la “Purísima Concepción del Buen Viaje y Balbanera”, “refugio de los pecadores”, acogerme en el Reino, como Señor Supremo el primero y como poderosa intercesora, la Virgen, mi Madre.
Justo Oscar Laguna

Obispo de Morón.
Reitero todo lo dicho. Buenos Aires 14 de febrero de 2007.

Justo Oscar Laguna
Obispo Emérito.

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