“Yo creo en los milagros, sé que fui parte de un milagro; soy médico y tengo conciencia de hasta dónde llega la ciencia, por eso estoy seguro de que Dios me dio la oportunidad de seguir viviendo a través de las oraciones a Juan Pablo II”.
El médico salteño Jorge Llaya tiene la voz serena, es padre de cuatro niños, una nena de 9, un varón de 6 y dos mellizas de 3 años. Su esposa, una ferviente devota de la Virgen de los Tres Cerritos es santiagueña y estuvo a su lado sin perder la fe ni un segundo. Dice que en esta segunda oportunidad que se le ha dado, tiene “una misión que cumplir”.
El principio
El 7 de mayo de este año, Jorge se presentó en la línea de largada del maratón North Face Endurance Challenge en Salta. Una prueba de 21 kilómetros que en principio no representaba un imposible para un deportista de alma como siempre fue.
Sin embargo, a los 8 kilómetros tuvo una convulsión, fue auxiliado, trasladado a un hospital donde la situación se agravó de tal manera que debieron inducirle el coma para sostenerle la vida. Más tarde se supo que padecía de una insuficiencia renal y hepática fulminante.
Lo trasladaron al Hospital Italiano e ingresó inmediatamente a la lista de espera para un trasplante hepático. Estuvo dos veces en emergencia nacional.
“Tenía más chances de morir que de recibir un trasplante porque mi condición era muy grave”, dice Jorge. Lo cierto fue en el transcurso de esos terribles 19 días, su familia recurrió a la oración. Su esposa María José Gubaira acudió a doña María Livia de la Virgen de los Tres Cerritos. Ella vino a verlo, le tomó la mano y rezó por él. En Santiago y en Salta, se organizaron cadenas de oración para pedir por su salud.
“Mis colegas médicos le decían a mi esposa: ´Hicimos todo lo posible´, y así era, soy médico y sé hasta donde puede llegar la ciencia”, admite.
Su foto en la tumba
Por esos días, el mundo celebraba la beatificación de Juan Pablo II en Roma. Un amigo de la familia tuvo la idea: enviar a través de un conocido que viajaba a Italia, una foto de Jorge para que la depositara en la Basílica de San Pedro como ofrenda para pedir la intercesión del Papa por su salud. Al llegar, aquella persona se dio con que estaba terminantemente prohibido dejar objetos en ese lugar. Como pudo alcanzó a esconder la fotografía entre unas columnas y el muro de la iglesia “para que al menos estuviera cerca”.
“Dos días después, otro amigo salteño que estaba en Roma, se comunicó con mi familia para dar la noticia de que había visto la foto sobre la tumba de Juan Pablo II; no sabemos cómo llegó allí ni quién la trasladó, pero así fue”, cuenta Jorge.
El 25 de mayo de 2011, el hígado de Jorge comenzó a funcionar por sus propios medios, no quedaron vestigios de la enfermedad. Su sanación no tiene explicación científica. No había entonces, ningún indicio de que su situación se resolvería de esa manera. Por el contrario el hecho de que el hígado no aparecía para hacer realidad el trasplante, hacía presuponen lo peor.
“Mis opciones en ese momento eran, la muerte o el trasplante, si hubiera sido trasplantado, mi vida hubiera sido otra… pero pude salir adelante, creo en los milagros y sé que soy parte de un milagro, si me preguntas si fue Juan Pablo II o la Virgen de los Tres Cerritos, diría que fue el mismo Dios, por la intercesión de Juan Pablo y de la Virgen a quienes mucha gente les pidió por mí”.
Jorge sigue hablando: “Cuando un médico dice que ya hizo todo lo posible por un paciente, el paciente queda dependiendo del mismo Dios; yo estoy vivo y sin trasplante; si Dios me ha dado esta segunda oportunidad es sin dudas porque estoy aquí para cumplir una misión, yo no sé qué misión es, pero estoy predispuesto a encontrarla y a concretarla”.
El doctor Jorge Alfredo Llaya está hoy en Salta, donde se encuentra abocado a conseguir que la fundación del Hospital Italiano se instale en Salta. “Quisiera que los salteños tengan acá el tratamiento que me permitió sobrevivir esos 19 días”, señala. /elliberal.com.arl
Fuente: http://www.elliberal.com.ar/ampliada.php?ID=3717
El médico salteño Jorge Llaya tiene la voz serena, es padre de cuatro niños, una nena de 9, un varón de 6 y dos mellizas de 3 años. Su esposa, una ferviente devota de la Virgen de los Tres Cerritos es santiagueña y estuvo a su lado sin perder la fe ni un segundo. Dice que en esta segunda oportunidad que se le ha dado, tiene “una misión que cumplir”.
El principio
El 7 de mayo de este año, Jorge se presentó en la línea de largada del maratón North Face Endurance Challenge en Salta. Una prueba de 21 kilómetros que en principio no representaba un imposible para un deportista de alma como siempre fue.
Sin embargo, a los 8 kilómetros tuvo una convulsión, fue auxiliado, trasladado a un hospital donde la situación se agravó de tal manera que debieron inducirle el coma para sostenerle la vida. Más tarde se supo que padecía de una insuficiencia renal y hepática fulminante.
Lo trasladaron al Hospital Italiano e ingresó inmediatamente a la lista de espera para un trasplante hepático. Estuvo dos veces en emergencia nacional.
“Tenía más chances de morir que de recibir un trasplante porque mi condición era muy grave”, dice Jorge. Lo cierto fue en el transcurso de esos terribles 19 días, su familia recurrió a la oración. Su esposa María José Gubaira acudió a doña María Livia de la Virgen de los Tres Cerritos. Ella vino a verlo, le tomó la mano y rezó por él. En Santiago y en Salta, se organizaron cadenas de oración para pedir por su salud.
“Mis colegas médicos le decían a mi esposa: ´Hicimos todo lo posible´, y así era, soy médico y sé hasta donde puede llegar la ciencia”, admite.
Su foto en la tumba
Por esos días, el mundo celebraba la beatificación de Juan Pablo II en Roma. Un amigo de la familia tuvo la idea: enviar a través de un conocido que viajaba a Italia, una foto de Jorge para que la depositara en la Basílica de San Pedro como ofrenda para pedir la intercesión del Papa por su salud. Al llegar, aquella persona se dio con que estaba terminantemente prohibido dejar objetos en ese lugar. Como pudo alcanzó a esconder la fotografía entre unas columnas y el muro de la iglesia “para que al menos estuviera cerca”.
“Dos días después, otro amigo salteño que estaba en Roma, se comunicó con mi familia para dar la noticia de que había visto la foto sobre la tumba de Juan Pablo II; no sabemos cómo llegó allí ni quién la trasladó, pero así fue”, cuenta Jorge.
El 25 de mayo de 2011, el hígado de Jorge comenzó a funcionar por sus propios medios, no quedaron vestigios de la enfermedad. Su sanación no tiene explicación científica. No había entonces, ningún indicio de que su situación se resolvería de esa manera. Por el contrario el hecho de que el hígado no aparecía para hacer realidad el trasplante, hacía presuponen lo peor.
“Mis opciones en ese momento eran, la muerte o el trasplante, si hubiera sido trasplantado, mi vida hubiera sido otra… pero pude salir adelante, creo en los milagros y sé que soy parte de un milagro, si me preguntas si fue Juan Pablo II o la Virgen de los Tres Cerritos, diría que fue el mismo Dios, por la intercesión de Juan Pablo y de la Virgen a quienes mucha gente les pidió por mí”.
Jorge sigue hablando: “Cuando un médico dice que ya hizo todo lo posible por un paciente, el paciente queda dependiendo del mismo Dios; yo estoy vivo y sin trasplante; si Dios me ha dado esta segunda oportunidad es sin dudas porque estoy aquí para cumplir una misión, yo no sé qué misión es, pero estoy predispuesto a encontrarla y a concretarla”.
El doctor Jorge Alfredo Llaya está hoy en Salta, donde se encuentra abocado a conseguir que la fundación del Hospital Italiano se instale en Salta. “Quisiera que los salteños tengan acá el tratamiento que me permitió sobrevivir esos 19 días”, señala. /elliberal.com.arl
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