No sé qué tienen, hermanos, las fiestas de María. Pero, cada vez que celebro una de ellas, espontáneamente surge en mi interior la siguiente exclamación: ¡Todo se lo merece! ¡Te lo mereces María!¡Nadie, como Ella, se lo merece!
*No eres Pedro; pero tuviste las llaves del corazón de Cristo
*No fuiste Pablo; pero a lo largo y ancho del mundo, sigues hablando a los hombres que buscan y quieren conocer a Cristo
*No llegaste como Santiago hasta los confines de la tierra; pero –a mitad de su camino– le ayudaste y le alentaste para que siguiera adelante en el anuncio del Reino de tu Hijo.
1.- ¡Qué tienes María para que, Dios, te reservase para El desde el día de Nazaret y, para que al final de tu vida, Dios, te llevase en cuerpo y alma a los cielos! ¡Qué tienes, María!
Hoy, en la fiesta de la Asunción de la Virgen, miles de pueblos y de ciudades de todo el mundo estallan en un cántico de alabanza a María: ¡Nadie, como Ella, supo cumplir la voluntad de Dios!
Y, por eso mismo, columnas con su efigie en las plazas más famosas del mundo. Ermitas escondidas o catedrales que rompen con sus agujas el azul del cielo, nos hablan del esplendor y de la sencillez, de la verdad y del amor, de la alegría y de la valentía de una mujer que, con pocas palabras, pero con una gran vida, supo hechizar, enamorar y embobar al mismo Dios.
-¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es un triunfo bien merecido!
-¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es el premio a tanta locura de amor!
-¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es anuncio, preludio de lo que, si nosotros cumplimos, a nosotros nos espera!
-¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es el abrazo con el Dios Trinitario!
-¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es la placa, la honra, el homenaje que –santos y ángeles, hombres y mujeres de toda condición, consagrados y laicos– con Dios y la Iglesia a la cabeza, ofrecen y festejan.
2.- Y es que, la que dio tanto amor –desde Nazaret, pasando por Belén, escapando a Egipto o permaneciendo al pie de la cruz– no puede perderse en un sepulcro frío o dejarse como buena siembra en el surco de la tierra. La Solemnidad de la Asunción de la Virgen es el tributo y el Misterio que, la Iglesia entera, pueblos hermanados en la misma fe católica, millones de católicos extendidos a lo ancho y largo del mundo, creen y veneran. ¡No hay nadie como Ella! ¡Tiene que estar junto a Dios! ¡Te lo mereces, María!
3.- Gracias, Virgen María. ¿Quién eres Tú para que, en este día, seas encumbrada en las manos de los ángeles y presentada ante el mismo Dios? ¡No me respondas! ¡Sé muy bien quién eres, porque te vas y cómo te vas! ¡La esclava del mismo Dios! ¡El cielo te espera y…en el cielo nos aguardas!
¡Feliz ascenso al cielo, María del Señor!
4.- Ruega, por tantos miles de jóvenes que, en estos días en Madrid junto al Papa Benedicto XVI elevan sus manos buscando a Dios. Que no pierdan nunca, esa curiosidad, por ascender a esas cotas de santidad en las que Tú, María, te encuentras y nos precedes.
Javier Leoz
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