viernes, 8 de junio de 2012

Tema 6 Los medios para recibir la gracia de Dios

1. La Iglesia es el medio fundamental de la gracia

Todos los dones que Dios da, los da a su Iglesia. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando necesitamos algo de Dios, el Señor lo envía por medio de la Iglesia. Nada hay que recibamos de Dios que no sea una gracia, un don, que no pase por su Iglesia.

Por eso decimos que toda bendición tanto espiritual como material la recibimos de Dios en la Iglesia, porque al ser bautizados todos formamos parte de la Iglesia, somos Hijos de Dios. Por tanto no hay gracia que no sea “eclesial”, es decir mediada, recibida por la Iglesia, que somos todos y cada uno de nosotros.

Se dice que la “Iglesia es Sacramento de salvación”, por cuanto Jesús la ha fundado para que justamente se ella la que sea instrumento o medio por dónde nos llega todo bien de Dios.

2. Los medios para vivir como hijos de Dios

Para poder vivir como hijos de Dios, es decir en su amor, cumpliendo su Palabra, y sus mandamientos los tenemos en los Sacramentos de la fe. Los Sacramentos son “signos sensibles que conducen la gracia invisible de Dios”. Decir esto es afirmar que Dios nos hace llegar su vida a través de unas realidades concretas y materiales, por ejemplo el agua del bautismo o el pan y el vino de la Santa Comunión. Dios se sirve de realidades materiales, humanas, culturales, para dejarnos su gracia.

Eso no significa que en su infinito amor no obre de otra manera, haciéndonos llegar sus dones por otros medios, Dios es todopoderoso y puede que sus bendiciones lleguen de otra manera, pero en la Iglesia son estos los medios o las formas que estamos seguros obran efectivamente en nosotros. Los siete sacramentos (bautismo, confirmación, eucaristía, reconciliación, matrimonio, unción de los enfermos y orden sagrado) son canales, caminos, de dónde nos llega la vida de Dios.

Por ser sacramentos, es decir una realidad material que lleva una gracia espiritual divina, que denominamos gracia, cada sacramento tiene una MATERIA que es propia:

Bautismo: agua

Confirmación: aceite crismal

Eucaristía: pan sin levadura y vino puro de uva

Reconciliación: los pecados que confesamos

Matrimonio: un varón y una mujer capaces de contraer nupcias

Unción de los enfermos: aceite de los enfermos (óleo de los enfermos)

Orden del episcopado, presbiterado y diaconado: un varón bautizado.

Es decir si no hay agua no se puede bautizar, si no hay pan y vino no se puede celebrar la Eucaristía, etc.

Pero además cada sacramento tiene una FORMA que es propia, es decir son las palabras que el ministro dice cuando bautiza, consagra, confirma, etc.

Para que haya un sacramento tienen que darse las dos cosas, la materia y la forma.

3 Clasificación de los Sacramentos como medios de salvación

Los sacramentos se clasifican de la siguiente manera:

A. Sacramentos de Iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía.

B. Sacramentos de la curación: reconciliación, unción de los enfermos.

C. Sacramentos de la vida en sociedad: matrimonio y orden.

Los primeros son aquellos tres sacramentos que nos hacen de a poco entrar en el misterio de vivir la vida de hijos de Dios. Es decir nos introducen, por eso se dice nos “inician” en la vida de la fe o la gracia.

El bautismo nos hace nacer a una vida nueva.

La confirmación nos afirma en esa gracia recibida dándonos mayores fortalezas para vivir como hijos de Dios.

La eucaristía nos alimenta el alma y el cuerpo para poder tener fuerzas durante la semana y cumplir el plan de Dios.

De tal manera que cada momento de la vida está acompañado por un don de Dios, cuando nacemos el bautismo, cuando vamos creciendo la confirmación y la eucaristía, cuando maduramos el matrimonio y la reconciliación, cuando estamos en peligro la unción de los enfermos, cuando decidimos nuestra vocación: matrimonio o vida consagrada por el orden. De esta manera siempre Dios está con nosotros acompañándonos.

Siempre es bueno recordar que hay tres sacramentos que son los que no SE REPITEN NUNCA: bautismo, confirmación y el orden. Una vez que los hemos recibido nunca más se vuelven a repetir a la misma persona, porque ellos producen un efecto tan grande y profundo en nuestras vidas que no hace falta repetirlos. Este efecto se denomina: CARÁCTER SACRAMENTAL. A diferencia de otros sacramentos que se repiten constantemente cada vez que sea necesario: la comunión, la unción, la reconciliación etc.

4. ¿Quién “INSTITUYÓ” los Sacramentos?

A esta pregunta se responde Jesucristo. Alguno podría preguntarse ¿Y quién inventó los Sacramentos? Es el mismo Jesús el que instituyó divinamente los siete sacramentos del Nuevo Testamento. No se dice “inventar”, sino “instituir”. Jesús es quién dejó los sacramentos para que su gracia no nos falte nunca. Si vamos a los Evangelios, veremos que para cada uno de ellos hay un lugar dónde Jesús instituye los sacramentos.

BAUTISMO

• MC. 16, 16. Requisito para la salvación.

• MT. 28, 19. Mandato de Jesús.

• JN 3, 5-7. Requisito para entrar al REINO DE DIOS.

• HECH 16, 31-33. familia completa.

• 1 COR 1, 16. familia entera recibiéndolo.

EUCARISTÍA

• MT. 26, 26-28. Instituida por CRISTO.

• JN 6, 55. No es en sentido figurado.

• I COR 11, 25-29. Valor e importancia dada por la Iglesia a ella.

CONFIRMACIÓN

• HECH. 8, 14-17. Practicándola.

• HECH. 10, 47-48. Explicando la dif. entre los dos bautismos.

• HECH. 19,6. Es recibir el E. S.

RECONCILIACIÓN

• LEV. 5, 25-26. Como se practicaba en el A. T.

• JN. 20, 21-23. Mandato de JESÚS .

• HECH. 19,18. Cumpliendo con ese mandato.

• II COR 5, 18-20. Recordando que tiene origen Divino.

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

• MC. 6, 13. Ejercido por los apóstoles.

• SANT. 5, 14. Importancia que se le daba en la Iglesia

MATRIMONIO

• MT. 19, 6. Mandato de JESÚS.

• EFE 5, 31-32. Llamado a ser un sólo cuerpo

ORDEN SAGRADO

• I TIM. 4, 14. Don de Dios.

• HECH 14, 23 encargados de la iglesia.

• MT 10, 40. Aceptarlos a ellos es aceptar a Jesús.

• MT 19, 12. Célibes por amor a Dios.

• TITO 1, 5. Sacerdotes en las iglesias.

• HEB 5, 4. No se puede tener este ministerio por cuenta propia

• I PED 5, 1. Carta a los presbíteros.

5. ¿Qué trasmiten los Sacramentos?

Los siete sacramentos nos traen la vida de Dios. Es decir lo que llamamos la gracia. Pero siempre esa gracia proviene de la Pascua de Jesús. Es decir de aquel momento en que por su pasión, muerte, sepultura, resurrección y ascensión a los cielos nos dejó una vida nueva. Cada sacramento hace presente ese misterio de su amor infinito por nosotros. No nos equivocamos si decimos que en cada sacramento está la Pascua de Jesús, que nos trae un don diferente: en el bautismo una renacimiento, en la confirmación un crecimiento, etc.

6. El Sacramento de la Confirmación

SIGNIFICACIÓN DE LAS PALABRAS

La palabra confirmación procede del verbo latino firmare, consolidar, confortar, afirmar, confirmar. La confirmación conforta a la persona en su ser de cristiano, le confía capacidad de aguante por medio del Espíritu Santo, para que aprenda a ser fiel a sí mismo, a encontrar su lugar en el mundo, con la fuerza del Espíritu Santo. En el bautismo nacemos de nuevo por el agua del Espíritu Santo. En la confirmación somos confortados, confirmados en nuestra existencia para que no nos dejemos guiar por el espíritu del mundo sino por el Espíritu de Dios. Contamos con la fuerza del Espíritu, y no debemos permitir que el mundo tenga poder sobre nosotros para trabajar por un mundo según la voluntad de Dios.

INSTITUIDO POR CRISTO

Santo Tomás reconoce la institución del sacramento de la Confirmación por Cristo, sólo prometiendo, pero no mostrándolo, pues no tenemos ningún relato bíblico en el que se narre su institución real por Cristo. Sin embargo lo sugieren tres hechos: 1.°, Cristo no quiso consumar su obra por sí mismo, sino mediante el Espíritu enviado por él y por el Padre, como lo demuestran claramente las promesas del Espíritu (Jn 16,13;15,26) en sus discursos de despedida, así como la exhortación del resucitado de que esperaran la fuerza de arriba (Lc 24,48; He 1,8). 2º, los apóstoles no emprendieron nada antes de Pentecostés anticipando el reino de Cristo; la elección de Matías (He 1,15) parece haber sido superada por el mismo Señor glorificado con la elección de Saulo (He 9,4.15). El acontecimiento de Pentecostés es el inicio de la consumación de la obra de Cristo y la hora del nacimiento de su Iglesia. 3º Los apóstoles y con ellos la Iglesia primitiva, entendieron la novedad de la misión del Espíritu en Pentecostés (He 2,2) como don y misión de naturaleza tan decisiva, que predicaron este «don del Espíritu» junto al perdón de los pecados en el baño de agua del bautismo, (He 2,38) y comunicaron este «don del Espíritu» mediante la «imposición de manos» (He 8,17). 4. °. Esta acción de los apóstoles, debido a la clara idea que los apóstoles tenían de sí mismos como «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Cor 4,1) no debe entenderse como una novedad introducida por los ellos consciente y refléjamente, sino como una acción por la que trataron de cumplir un encargo de Cristo, cualquiera que hubiera sido el modo como este encargo llegó a los apóstoles y cómo éstos lo conocieron.


EFECTO DE LA CONFIRMACIÓN. EL TESTIMONIO DE LOS LAICOS

Dice el Vaticano II «El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación» (LG. 33). En el Decreto sobre el apostolado de los seglares (Art. 3) se dice: «Los seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo, cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fuerza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el Señor. Se consagran como sacerdocio real y gente santa (Pe 2,4), para ofrecer hostias espirituales por medio de sus obras y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. La caridad, que es como el alma de todo apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo en la eucaristía.» En la confirmación Dios consuma por el don del Espíritu la obra que inició en nosotros con el bautismo como sacramento de la regeneración. El efecto de este sacramento debe entenderse como una consumación, tal como la ofrece el acontecimiento de Pentecostés, frente al hecho de la pascua de Cristo respecto de la obra de Cristo. Desde este punto de vista histórico-salvífico resulta claro que, igual que pascua y Pentecostés, el bautismo y la confirmación tienen su sentido más profundo en la «Iglesia», aunque el objetivo de esta acción salvífica de Dios es el «individuo como miembro de la Iglesia» pues lo supremo y definitivo ante Dios es el individuo en cuanto persona. El efecto especial que produjo en los apóstoles el acontecimiento de Pentecostés comparado con el de la pascua fue sobre todo que pudieron ejercer el apostolado al que los llamó el Señor por la fuerza del Espíritu Santo. Así pues, el primer sentido y el efecto de la confirmación es comunicar la capacidad para el apostolado por el don del Espíritu Santo. Luego la «plenitud» que proporciona el sacramento de la confirmación tiene, respecto del bautismo, una doble dirección: La más visible, apunta a la Iglesia como Iglesia misionera, que vive en este mundo del testimonio de sus fieles. Este testimonio de fe, que es tarea de todo cristiano, es un don de la gracia de Dios, del mismo modo que el ministerio apostólico del obispo o del sacerdote es gracia como vocación y como seguimiento. El efecto de la confirmación debe cambiar al hombre mismo en el orden sobrenatural, convirtiéndolo en testigo y apóstol, para ser capaz de dar testimonio. «El que te ha creado sin ti, no te recreará sin ti, dice San Agustín. «El que te ha convertido en miembro de su Iglesia sin ti en el bautismo, no te convertirá en apóstol de su Iglesia sin ti», testimonia el cardenal Ratzinger. Lo que significa que el efecto de la confirmación exige una disposición más existencial que la que requiere el efecto del bautismo, que no puede lograrse por el propio esfuerzo moral, sino como don sobrenatural de Dios.

LA CONFIRMACIÓN ROBUSTECE

La confirmación, se puede interpretar como la transformación de la vida de niño en la fe, a la de un adolescente que ya comienza a defender y vivir su fe de forma adulta. El confirmado ya no se debe considerar únicamente como hijo de sus padres. El nuevo nacimiento según el Espíritu le ayuda a encontrar su propia identidad y aceptar su responsabilidad ante sí mismo y su propia vida. Hoy se considera moderna la actitud de negar la responsabilidad por la propia vida. Bruckner señala dos actitudes de nuestra época: el «infantilismo» y el «victimismo». Muchas personas se quedan estancadas en la niñez, que sólo tiene exigencias de cara a los demás: a la madre, a la sociedad, a la Iglesia. Son seres infantiles: quisieran ser cuidadas como niños, rehúsan cualquier responsabilidad. Todos tendrían que estar pendientes de ellas. Esta actitud conduce al «victimismo», por el que la culpa de los fracasos la tienen los otros, padres, maestros, la Iglesia, la sociedad. El que permanece en actitud de víctima, se niega a responsabilizarse de su vida. Mucho menos están dispuestos a responsabilizarse de los otros, ni en la Iglesia ni en la sociedad. El adulto se hacer responsable de su propia vida, sin creer decisivo su desarrollo, las influencias de los padres y maestros en sino en cómo se ha asimilado lo recibido o superado lo no recibido, de lo contrario será un acusador permanente que señala a los culpables. O se quedará como espectador que contempla cómo pasa la vida sin intervenir para nada.

EL DON DE NUEVAS CAPACIDADES, FRUTO DE LA
CONFIRMACIÓN

El nuevo nacimiento por el Espíritu Santo implica el desarrollo de nuevas capacidades morales y espirituales. En el evangelio de Lucas se nos refiere una y otra vez cómo Jesús caminaba por la fuerza (dynamis) del Espíritu Santo y cumplía su misión gracias a ella. Lucas interpreta el bautismo de Jesús como el don del Espíritu Santo. Por el Espíritu, Jesús es conducido al desierto para ser tentado por el diablo. Ahí vivió su iniciación al ministerio del Mesías. Después de la tentación, nos dice: «Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea» (Lc 4,14). En la sinagoga de Nazaret lee la cita del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,18). En el sacramento de la confirmación, la persona joven recibe el Espíritu Santo para que pueda cumplir su misión en el mundo y en la Iglesia. El Espíritu capacita al confirmando para ejercitarse en una actitud nueva y para desarrollar aptitudes nuevas. Por esto la preparación a la confirmación implica la exigencia de que los jóvenes lleguen a desarrollar con autonomía ideas nuevas para poder dar sentido a su vida y percatarse de su propia responsabilidad frente a ella y descubrir su propio carisma, potenciar las propios talentos, su vocación personal, su misión en la vida y en la sociedad, en la difusión de la fe.

La materia del sacramento de la confirmación es el Santo Crisma, y la forma son las palabras del obispo cuando hace la cruz sobre la frente: “RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO”.

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