Blogs de otras parroquias

miércoles, 18 de mayo de 2011

Doy fe que la ruta 158 es un desastre



Integrantes de la comunidad de La Playosa notificaron su preocupación ante autoridades de la Dirección Nacional de Vialidad por las serias deficiencias que se observan en la ruta nacional 158, especialmente en el tramo que comunica a Villa María con Las Varillas.
El requerimiento de pronta solución fue entregado por los vecinos Mauricio Zamudio y Gerardo Semenzín personalmente, el pasado jueves 12 al ingeniero Carlos Darwich (funcionario del ente aludido), quien destacó la próxima concreción de una completa reparación en el importante trayecto de desplazamiento vial.
La nota de referencia indica textualmente: “Vecinos de las localidades de La Playosa y Arroyo Algodón nos dirigimos a usted a fin de llevarle nuestra mayor preocupación en estos momentos a nivel vial ya que la ruta nacional 158 que une ambos pueblos se encuentra muy deteriorada y sobre el puente del arenal kilómetro 129 que hace aproximadamente 25 años se derrumbó mucho más. Este preciso lugar ha ocasionado y viene ocasionando accidentes trágicos como así también el resto del tramo de 16 kilómetros que une ambos pueblos. Por tratarse de una ruta muy transitada ya que une Chile con Brasil, es necesario que se haga una revisión urgente del estado de dicha ruta y una pronta y segura solución”.
En la oportunidad también fue entregada al ingeniero Darwich, una nota firmada por Gladis de Ingaramo, componente de la agrupación “Estrellas Amarillas”, quienes bregan por la concientización y adopción de medidas concretas para evitar que los accidentes viales sigan acumulando trágicas consecuencias. En tal sentido, se aclaró que La Playosa ha sido una de las localidades más castigadas por este flagelo extremo que se presenta periódicamente.
Estimativamente, el directivo de Vialidad fijó un plazo de aproximadamente noventa días para que comiencen a sustanciarse los trabajos respectivos, en el trayecto Villa María-Las Varillas.

Fuente: El diario del sur de Córdoba

domingo, 15 de mayo de 2011

Mensaje del Santo Padre por la Jornada Mundial de oración por las vocaciones



MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI
PARA LA XLVIII JORNADA MUNDIAL
DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

15 DE MAYO DE 2011 – IV DOMINGO DE PASCUA

Tema: «Proponer las vocaciones en la Iglesia local»

Queridos hermanos y hermanas

La XLVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 15 de mayo de 2011, cuarto Domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: «Proponer las vocaciones en la Iglesia local». Hace setenta años, el Venerable Pío XII instituyó la Obra Pontificia para las Vocaciones Sacerdotales. A continuación, animadas por sacerdotes y laicos, obras semejantes fueron fundadas por Obispos en muchas diócesis como respuesta a la invitación del Buen Pastor, quien, «al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor», y dijo: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 36-38).

El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un luminoso punto de referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos a seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus más estrechos colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto particular de nuestra atención (cf. Lc 10,9). En primer lugar, aparece claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de llamarlos, Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12), en una elevación interior por encima de las cosas ordinarias. La vocación de los discípulos nace precisamente en el coloquio íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al «Señor de la mies» tanto en las comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales.

El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a orillas del lago de Galilea: «Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4, 19). Les mostró su misión mesiánica con numerosos «signos» que indicaban su amor a los hombres y el don de la misericordia del Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen dispuestos a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, «sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), les confió el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió a todo el mundo con el mandato: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19).

La propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!» es ardua y exultante: los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24); los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: «La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros» (Jn 13, 35).

También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia voluntad con la suya. Se trata de una verdadera y propia escuela de formación para cuantos se preparan para el ministerio sacerdotal y para la vida consagrada, bajo la guía de las autoridades eclesiásticas competentes. El Señor no deja de llamar, en todas las edades de la vida, para compartir su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la Iglesia «está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 41). Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por «otras voces» y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir «sí» a Dios y a la Iglesia. Yo mismo los aliento, como he hecho con aquellos que se decidieron ya a entrar en el Seminario, a quienes escribí: «Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera» (Carta a los Seminaristas, 18 octubre 2010).

Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes —como hizo Jesús con los discípulos— para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones. «Proponer las vocaciones en la Iglesia local», significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que, al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida.

Me dirijo particularmente a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado. Para dar continuidad y difusión a vuestra misión de salvación en Cristo, es importante incrementar cuanto sea posible «las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras» (Decr. Christus Dominus, 15). El Señor necesita vuestra colaboración para que sus llamadas puedan llegar a los corazones de quienes ha escogido. Tened cuidado en la elección de los agentes pastorales para el Centro Diocesano de Vocaciones, instrumento precioso de promoción y organización de la pastoral vocacional y de la oración que la sostiene y que garantiza su eficacia. Además, quisiera recordaros, queridos Hermanos Obispos, la solicitud de la Iglesia universal por una equilibrada distribución de los sacerdotes en el mundo. Vuestra disponibilidad hacia las diócesis con escasez de vocaciones es una bendición de Dios para vuestras comunidades y para los fieles es testimonio de un servicio sacerdotal que se abre generosamente a las necesidades de toda la Iglesia.

El Concilio Vaticano II ha recordado explícitamente que «el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo, ante todo, con una vida totalmente cristiana» (Decr. Optatam totius, 2). Por tanto, deseo dirigir un fraterno y especial saludo y aliento, a cuantos colaboran de diversas maneras en las parroquias con los sacerdotes. En particular, me dirijo a quienes pueden ofrecer su propia contribución a la pastoral de las vocaciones: sacerdotes, familias, catequistas, animadores. A los sacerdotes les recomiendo que sean capaces de dar testimonio de comunión con el Obispo y con los demás hermanos, para garantizar el humus vital a los nuevos brotes de vocaciones sacerdotales. Que las familias estén «animadas de espíritu de fe, de caridad y de piedad» (ibid), capaces de ayudar a los hijos e hijas a acoger con generosidad la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada. Los catequistas y los animadores de las asociaciones católicas y de los movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, procuren «cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina» (ibid).

Queridos hermanos y hermanas, vuestro esfuerzo en la promoción y cuidado de las vocaciones adquiere plenitud de sentido y de eficacia pastoral cuando se realiza en la unidad de la Iglesia y va dirigido al servicio de la comunión. Por eso, cada momento de la vida de la comunidad eclesial —catequesis, encuentros de formación, oración litúrgica, peregrinaciones a los santuarios— es una preciosa oportunidad para suscitar en el Pueblo de Dios, particularmente entre los más pequeños y en los jóvenes, el sentido de pertenencia a la Iglesia y la responsabilidad de la respuesta a la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, llevada a cabo con elección libre y consciente.

La capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local. Invocamos con confianza e insistencia la ayuda de la Virgen María, para que, con el ejemplo de su acogida al plan divino de la salvación y con su eficaz intercesión, se pueda difundir en el interior de cada comunidad la disponibilidad a decir «sí» al Señor, que llama siempre a nuevos trabajadores para su mies. Con este deseo, imparto a todos de corazón mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 15 noviembre 2010
BENEDICTO PP. XVI
© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

Buscamos donantes de 6 calefactores COPPENS 5000 cal. para el templo parroquial




Nuestro templo parroquial está dotado de un sistema de calefacción pero que ha resultado insuficiente, sobre todo en la época de mayores rigores del invierno, es por ello que se ha resulto colocar seis calefactores sin salida externa a fin de poder darle al recinto sagrado una agradable temperatura en invierno, y sobre todo en los horarios de culto.




Con la última rifa parroquial hemos conseguido lo suficiente como para materiales y mano de obra, faltan ahora los calefactores que cuestan $ 746 (pesos setescientos cuarenta y seis), agradeceremos a los colaboradores que se ofrezcan para adquirirlos.

viernes, 13 de mayo de 2011

CARITAS tiene ya su salón para el ropero parroquial







Como producto de la generosidad de los fieles de la parroquia en diciembre del año pasado, con ocasión de la Colecta parroquial de Navidad se pudo construir un saloncito prefabricado para el ropero de CARITAS PARROQUIAL, se emplazó en la parte posterior de la Capilla del Valle, y fue inaugurado después de la novena y fiesta patronal de Ntra. Sra. del Valle celebrada el pasado 8 de mayo.



Durante muchos años CARITAS venía funcionando en diversos espacios prestados por el municipio, el Instituto Gral. Manuel Belgrano, y siempre en condiciones precarias, ahora gracias a Dios tienen ya su propio lugar en dónde poder guardar convenientemente la ropa, y atender a las necesidades de los más débiles.



Agradecemos a todos los donantes, y por su puesto a la Comisión de CARITAS que trabaja incansablemente.



Al final de la bendición, tuvimos un hermoso encuentro de un almuerzo en el Hotel del Centro con bingo a beneficio de CARITAS y la Capilla.

jueves, 5 de mayo de 2011

domingo, 1 de mayo de 2011